Mis recomendaciones musicales eran más que felices cuando me leía Rebo; una que le parecía interesante se la llevaba para su blog con un “gracias", y a mí los “gracias" me hacen más que felices. El blog de Rebo era genial porque tenía links para descargar en Megaupload, hasta que la democracia cerró Megaupload y recuperar todos esos discos (eran como dos mil, menos las hipérboles) se volvió un laburo del recarajo. Desde entonces, me parece que Rebo no frecuenta Blogger. Su frustración debe haber sido única, única como su blog, perla en la concha infinita de la internet, que se llamaba La discoteca de Rebo.
En todo caso, es un buen día para haber descubierto a Rodriguez. Sin acento, y sin primer nombre ni primer apellido; nacido Sixto Díaz Rodríguez en Detroit, Michigan, en el año 1942: ni blanco ni negro, se hizo músico a los 27 años tocando en bares “con las paredes desconchadas y llenas de humo", hasta que lo descubrió un productor musical que lo alabó diciéndole que era el próximo Bob Dylan.
El productor en cuestión le hizo dos ofertas, de las cuales Rodriguez rechazó la segunda: grabar un disco, y cambiarse el nombre.
Rodriguez grabó dos discos, en el año ’70 y en el ’71.
Un periodista le preguntó a un viejo disquero cuántas copias del disco vendió, y el viejo le respondió: “¿en Estados Unidos? Seis».
Después del fracaso del segundo disco, que pesaba sobre su obvio talento como una nube negra de mala suerte, le cancelaron el contrato, dos semanas antes de Navidad. Rodriguez volvió a su casa en invierno y sin calefacción.
La tradición sitúa aquí un falso suicidio, que no fue tal. Lo cierto es que en algún momento los dos discos de Rodriguez (Cold fact y Coming from reality, uno mejor que el otro si me preguntan a mí) cruzaron el charco salado y se situaron en Sudáfrica.
Sus mensajes, muy bien escritos y peatones de la vereda del anti-establishment, se convirtieron en un símbolo de la lucha contra el apartheid en todos sus aspectos: hasta en los taxis que exhibieran carteles como “no llevamos blancos". Sus canciones aparecieron asociadas a banderas de cambio radical y violentas manifestaciones callejeras. Rodriguez, entonces devenido obrero de la demolición (oficio que mantuvo por cuatro décadas), jamás se enteró de su éxito en el país sudafricano. Por allá se hablaba de su muerte prematura a lo Hendrix o a lo Morrison; se decía que se había prendido fuego vivo en un escenario.
Cuando un grupo de periodistas musicales sudafricanos llegó a Estados Unidos para juntar los trozos del legado de un profeta muerto, se dieron con el hecho de que el profeta no estaba muerto.
La sospecha surgió ahí nomás: a causa del rumor de su muerte, Rodriguez jamás había cobrado las regalías.
El documental que surgió de la investigación se llama Searching for Sugarman. El tema más arriba se llama Hate Street Dialogue.
Pongo el tema solo para honrar a la brevedad de rigor que puebla la red. Traten de no escuchar el tema solo: sus dos discos se van al carajo.