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Pegaso el cartonero y los angelitos culones

A esta foto la tomé esta mañana desde el camión, sacando el celular por la ventana porque lo que vi me pareció GLORIOSO. Nos paramos detrás del carro del cartonero en el semáforo de Pueyrredón y Sol de Mayo. Lo analicé un milisegundo, pero en ese milisegundo el semáforo viró a verde; y el loco empezó a avanzar, y nosotros atrás. Ahí entendí que era ahí nomás o nunca más, y manoteé el celular. Como pude tomé una foto que salió bien de milagro.

En la facultad leemos mucha teoría sobre el arte. Demasiada. Hasta el punto de que llegamos a discutir angaú sesudamente aportes tan inútiles como los de Horkheimer o los de Tristan Tzara. Para la mayoría de nosotros, es lo más común del mundo no entender una mierda de lo que dice el doctor, magister o licenciado de turno. A la larga, el saber puramente académico sobre el arte crea eruditos o charlatanes. Los segundos siempre quieren pasar por los primeros. El resto de nosotros se queda papando moscas ante la ancestral pregunta, que se remonta a la EGB: de qué me servirá esto en la vida.

Y sin embargo, creo que una buena cantidad de clases inútiles sobre teoría del arte podrían ser reemplazadas por un saludable powerpoint sobre los sentidos concretos que tiene el arte en el mundo contemporáneo. Este es uno.

Un hermosísimo cuadro rodeado por un hermosísimo marco, digno de la más paqueta tienda de antigüedades de todo el submundo Güemes, o del living de la vieja neofascista más concha agria de este lado del Suquía. Pero (plot twist, como dicen los yankis) en la parte de atrás de un carro de cartonero tirado por un caballo flacuchento, que desde lejos no se ve.

Acá es donde entrás a preguntarte: El cuadro, ¿forma parte del negocio del cartonero, que suele trabajar con basura? (basura en el sentido de cosas sin valor, al menos valor estético). ¿O se trata de un laburante aficionado a la plástica? Lo cual sería admirable, porque dudo que nosotros, que andamos en camión, nos detuviésemos por la calle para alzar un cuadro y meterlo en la cabina, por más hermoso que sea.

Yo no soy un erudito. Quedo como un holgazán si les digo «saquen sus propias conclusiones», pero se ve que me falta mucha cindor para sacar las mías.