Dando vueltas en mi Google Drive encontré una carpeta que, cuando la abrí, resultó ser un tesoro. Ahora voy a hablar un poco de ella. Primero tuve que correr a servirme un vino, porque la tarea de disfrutar de mi hallazgo va a ser lenta y va a estar llena de emociones.
Mario Rivas se fue de este plano hace casi seis años, el 30 de enero de 2018. Antes de eso, tuvo un año exacto de agonía luego de un preinfarto y una traqueotomía que le cercenaron el habla, su principal herramienta de trabajo. Durante el año 2017, es decir, entre el preinfarto y la muerte, estuvo imposibilitado de hablar: se comunicaba con una libretita en la que anotaba lo que quería decir y lo iba tachando a medida que le íbamos respondiendo. Conservo por ahí algunas hojas: en particular, una que decía algo así como “tenemos que volver a la radio”. Obviamente, yo le pregunté cómo carajo pensaba hacer, si por la radio no se iba a escuchar la libretita. “Conducís vos”, me dijo.
Ya dos o tres años antes del preinfarto se le iba notando el deterioro de la voz, producto del uso y abuso de dos etiquetas diarias de Lucky Strike. En 2013, cuando lo conocí, tenía una voz imponente: la típica voz que uno esperaría del “último periodista romántico” de Córdoba, como lo apodó la revista Desterradxs. Pero ya para el 2015 o 2016 su garganta se llenaba de arena, y él se empecinaba en sus costumbres, aunque hubo un par de veces en las que los arranques de tos le hacían apurar la tanda e incluso recuerdo un programa en el que yo tuve que sentarme en su lugar a conducir, con él mirando en silencio desde la cabina del operador. Todo con Mario era una enseñanza, pero con velocidades totalmente incalculables: podía tardar años en prestarte un libro de mierda que tenía en la repisa del baño, pero de un día para el otro te empujaba a conducir el programa al que le dedicó años enteros de su vida.
En el verano del ‘16 la radio en la que estábamos se tomó unas largas vacaciones, vinculadas al calor y a las peripecias judiciales de su dueño. Entonces, Mario me encargó la tarea de preparar seis programas enlatados con música, pisando cada tanto con la clásica cortina que decía “El ojo… con dientes”. Aplicado a la tarea, se me ocurrió hacer programas temáticos: un programa fue todo chamamé, el otro ska, el otro indie cordobés… eran lindas chances de ir descubriendo música nueva que tuviera contenido pero no fuera tan disruptiva al oído (varias veces me cagó a pedos por poner B52’s: “hijo de puta, a esta radio también la escuchan jubilados”).
Bueno, hete aquí que, buscando otra cosa, encontré algunos de estos enlatados en un Google Drive viejo. Lo cual me fascina, porque además del editado final están los temas sueltos, entonces es como si tuviera una pequeña caja de discos (más bien, tracks sueltos) de folklore, de chamamé y de otras cosas random. La mayoría de estas cosas seguramente las encontrás en Spotify, pero también hay rarezas (por ejemplo, Letsviana, una banda correntina de rock de los ochentas, que hasta donde sé existe poco en Internet).
Pero también encontré otra misteriosa carpeta, con el nombre de “grabador h4 24/05/2016”. Ahí adentro hay algunos mp3s sin título de duraciones diversas, con conversaciones grabadas como el orto. Evidentemente, eran de la época en que Mario dejaba el grabador sobre la mesa y se dedicaba a beber en compañía. Entonces, lo que se oye es un murmullo de conversaciones nocturnas sobre un fondo de vasos de vidrio que van y vienen.
Ahora pienso y creo que son audios que estaban en un grabador que me pidió que vacíe para guardar los enlatados, pero que yo en vez de borrar decidí preservar. Frecuentemente le hacía pequeños robos ceremoniales, como el papel del discurso que decidió no pronunciar cuando presentó sus Moleskines, o su credencial de LV3 que le zarpé en una visita post mortem. En fin, estos son los archivos que acabo de encontrar. Y ahí está: la voz de Mario, discutiendo con “Pinocho” Borioli con ocasionales intervenciones de una mujer que no logro identificar, en 2016, ya bastante deteriorado.
Arranca en el minuto 1:10.
—Ayer yo discutía con él al aire. No se olviden que don Néstor Kirchner, para llegar, fue socio de Clarín.
—Lo que pasa es que vos, Pinocho, hay una cosa que no entendés. Hay que llegar.
—Ahí lo que pasa es que vos entendés: hay que llegar por otro camino. Que es lo que decía Miguel Siciliano ayer: cuando vos llegás condicionado, andás condicionado.
—Eso pasa en una revolución, Pinocho. Y acá no hay…
—A […] no lo condicionaron. A Mujica no lo condicionaron.
—¿A Mujica?
—No.
—Mujica, a ver… los represores están libres en Uruguay.
—Es una cosa que yo le critico, pero la decidió él.
—Ni siquiera fueron juzgados.
—Ni siquiera fueron juzgados.
—El país nunca le dijo nada a Mujica. Yo te puedo decir que sí, es cierto, el único país del continente donde se legalizó el consumo y lo controla el Estado.
—Bueno, pero digamos, es más importante el juicio y castigo a los genocidas que legalizar…
—Tomó un camino distinto. Tomó un camino distinto. Pero lo que te quiero decir es que los medios de comunicación son condicionantes. Que hay que llegar, y podés utilizar los medios, es medio verdad y medio mentira, porque cuando vos llegás y decidiste que para quedarte vas a seguir socio de este, cagaste, cagaste. No voy a negar todo lo bueno que hizo el kirchnerismo, lo asumo como propio, pero lo que no está bien hecho lo voy a decir, sino no hubiera ganado Macri.
—Macri ganó por aciertos de ellos. Por aciertos de ellos, por una sociedad que está licuada, que tiene la cabeza licuada, parte de la sociedad… de una manera atroz, atroz, increíble, porque todo el día, todo el día, no solamente TN, Cadena 3, por todos lados… eso genera. Y por errores propios. Son tres factores.
—No tengo ninguna duda. No tengo ninguna duda.
—Son tres factores.
—Pero esto que vos me decís, “hay que llegar al poder”, nah… si para llegar al poder tengo que vestirme de travesti, seguir siendo travesti después de que llegué, nah.
—De todas maneras, esto… al poco tiempo, se acabó el amor con Clarín. […] durante la primera etapa de Néstor, se empezó a avanzar…
—Ninguna duda. Hasta que para quedarse y para seguir, se queda con los gordos.
—Bueno, pero esta es otra discusión, viste…
—Bueno, pero lo que te quiero decir… yo sigo reivindicando al coso, pero lo que te quiero decir, no es tan tan así, las cosas no son tan lineales.
—Bueno, por eso te digo, pero el tema, a ver… en el libro del Flaco Feinmann…
—Me estaba acordando de eso.
—Feinmann la plantea bien a esa discusión. Y esto se lo dijo a […], lo que nos ha faltado, quizás, me parece, es un conjunto de intelectuales que apoyaran, no Carta Abierta, un conjunto de intelectuales que hacia el final empezaron a aparecer; digo, Feinmannn, me parece bien, es una decisión personal, pero lo dice Feinmann, es terrible ese libro…
—No soy quien para criticarlo a Feinmann, me falta mucho, pero no coincido. Para mí el pragmatismo es una maldad en la búsqueda del poder.
Transcribo esta parte porque el momento en el que fue este audio fue grabado, y por supuesto lo que dice, rima mucho con la coyuntura de hoy, que estamos a las puertas de un posible neomacrismo (hoy, 31 de octubre de 2023, la moneda está totalmente en el aire, y ojalá este comentario pase a la historia como un mal recuerdo)¹.
No menos de un trillón de veces pensé en cómo me gustaría que Mario estuviera vivo para sentarnos en su balcón a tomar un vodka helado y rosquear de política por horas; en ese momento me sentía muy pendejo para discutir con él, y me limitaba a coincidir con todo lo que decía. Lo cual es una cagada, porque no recuerdo exactamente qué opinaba sobre varias cosas: coincidir en todo con alguien es no prestarle verdadera atención. Hoy votaría a Massa sin dudarlo, pero con estos audios me doy cuenta de que tenía más un perfil de kirchnerista a prueba de todo. Y sí: además de ser un hombre de medios, militó con orgullo a Néstor en la primera vuelta del 2003, cuando El Ojo se editaba como revista mural y a Néstor no lo junaba ni el loro.
¹N. del E.: no pasó.