Este es el primer texto que me siento a escribir en la pieza de la Carlos Thays. Como siempre, todavía no sé para quién, ni qué tan largo va a ser, ni tampoco aseguro si las ideas que vaya hilvanando se correspondan con el pistolazo que les indicó que arranquen. Lo que sí sé es que es un texto necesario y urgente. Tiene calidad de borrador, pero no me interesa hacer una corrección puntillosa; me interesa decir lo más sencillamente posible que este es un texto dedicado a la memoria viva de Amílcar Zacarías, que falleció esta madrugada en un accidente de moto en las afueras de Santa Ana, Corrientes, y cuyo entierro tendrá lugar mañana en el Parque del Recuerdo.
Amílcar no era mi amigo y lo vi sólo una vez, en enero de este año, cuando cayó a un evento de poesía a beneficio en lo de M., después de que el evento terminó. Ese mismo día yo había leído en el evento un texto que se trataba, justamente, de la Santa Ana de la que él era oriundo. Como llegó más tarde, Amílcar no lo llegó a escuchar. Me acuerdo que eso me pesó, porque me hubiera gustado que me confirme con la mirada algunas cosas de Santa Ana: los jejenes, los borrachines, los esteros y la sensación de vivir fuera del tiempo.
Pero Amílcar apareció borracho como una cuba y siguió tomando lo que le caía en las manos mientras la tertulia se arremolinaba poco a poco en torno a él. Y ahí, azarosamente, ebrio en un patio lleno de gente que no lo esperaba esa noche, se puso a recitar.
Que los amilcarólogos por venir me rectifiquen si ubico a Amílcar Zacarías en una categoría muy especial para mí: los poetas inesperados. Los he conocido como fleteros, albañiles, ex convictos, oficinistas y zorros viejos en general. Definitivamente, es ese tipo de poeta que no frecuenta el hábito de sacar chapa en las tertulias literarias de jóvenes que no tienen otra cosa mejor que hacer. Y es por eso que estas tertulias, ricas y diversas como son, siempre me dieron la impresión de ser algo incompleto, sesgado, un poco artificial y muy específico, como querer hacer una teoría del mundo desde la ventana del living.
Esa noche, Amílcar Zacarías tenía mucho para decir, más que yo mismo sobre cualquier cosa, gracias a lo que yo imagino que es una sensibilidad combinada con la experiencia propia de una escuela de viejos poetas de calle. El día en que ellos decidan organizar un slam nosotros tendremos que bajar las persianas.
Rezo por la partida de don Amílcar Zacarías al reino de Dios hoy sábado 9 de abril del año 2016 a las 7 y media de la tarde.